jueves, 11 de febrero de 2010

Violencia

-Hola ¿te sucede algo?
-¡Vaya pregunta!
-Es que te veo cabizbajo.
-Toma el periódico, lee esto.
-¡Ah! Otro caso de violencia de género.
-No me acostumbro...
 -Estaría bueno que lo consideraras normal.
-Lo que me fastidia no son los asesinatos.
-¿Qué dices?
-Lo que me horroriza es que los apoden de género.

"Es temprano para entablar cháchara con éstos", dice la voz interior de un paisano que viaja al lado de los dos tertulianos en el autobús municipal. El hombre, finalmente, opta por mirar a través de la ventanilla los estiramientos del día. Desde esa actitud contemplativa  imagina a las ratas levantando las tapas de los imbornales para dar modosamente los buenos días a los árboles. No obstante, poco tiempo tiene para la alabanza a roedores y plantas. La beatitud seráfica, se le va al traste, en cuestión de segundos. Una mole inesperada le cae encima y le rapta hasta el aliento. La susodicha mole no es una ballena que haberlas, haylas, entre el pasaje femenino. Más, en este caso y para mayor incordio, se trata - ¡Oh cielos!- de otro hombre.

Es un pirata pata palo. El tipo va atento a la entrada de un submarino por la canal de la bahía y tanto se concentra en el periscopio que no se percata de que el cuatro ruedas entra en curva para salvar rotonda. El resultado, tachín- tachán, es fácil de entender: Pérdida de equilibrio, bandazo a estribor y caída en picado sobre el hombre dedicado a contemplar a las madres de los ratis-ratis.

"¡Ay, Ay!" grita el lastimado, mientras el ballenato, al tiempo que se incorpora, se encara con el individuo que le hizo de mullido asiento: "Ésta si que es buena. He estado a punto de matarme por el puto barco y en lugar de alegrarse por hacerme de salvavidas, todavía tiene algo que decir. Es usted un violento, señor mío. Ya lo creo que lo es".

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