lunes, 7 de junio de 2010

Boabdil

Boabdil sube al autobús de la mano de sus padres. Lleva sobre su esqueleto el uniforme de verano -bermudas, gafas de sol y chanclas- que los guiris pusieron de moda hace muchos años. Los progenitores del menor vocean el nombre del crío sin parar. Éste, que no tiene una sola gota de sangre del rey nazarí, les ha salido hiperactivo, cual rabo de lagartija.

-Boabdil, Boabdil. Ven aquí, estáte quieto.
-Boabdil. No des patadas. Estás molestando a esa señora.
-Boabdil. ¿No oyes?

El nombre suscita la curiosidad de los Napoleón, Ronaldos, Vanessas y Mari-Puris que van a bordo del bus. "¡Qué bonito nombre!", dice un Napo a los padres del infante. Otra de las jóvenes les pregunta por la fecha en que el chavalín celebra santo... La buena educación parece viajar también dentro del cuatro ruedas. Nadie osa evocar lo que la madre del histórico le dijo al perder Granada. El "llora como mujer, lo que no supiste defender como hombre" no hace moda entre los internautas. A los padres de Boabdil la curiosidad que han despertado les hace sincerarse con sus prójimos. La pareja confiesa lisa y llanamente que comulgan con el ideario del postulador de la Alianza de Civilizaciones. Por ello se dedicaron con tesón de opositor a estudiar el pasado árabe de media España y, a la vista de que "no hay dos sin tres", decidieron dar a su vástago un nombre con reminiscencia rotunda y diáfana como agua de la Alhambra.

¡Que cosas hay que oír, Señor!, dice una vieja a renglón seguido. Lo suyo no va de batallas, ni de pretéritos pasados. El quejío resignado va directo al plexo de un señor de León, cuyo nombre el escuchante omite por decoro. Según la anciana, es un desgraciado que ha congelado su pensión de poco más de 300 euros.

1 comentario:

  1. Pues si de nombres raros se trata, Boabdil está bien. Reflejo de nuestra maravillosa sociedad.
    Iré a la Feria del Libro de Madrid a que me firme un ejemplar de sus finos diálogos

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