lunes, 15 de marzo de 2010

Equívoco

-Nadine, se te ve hoy contenta.
-Lo estoy.
-¿Tres vinitos?
-Nada. Salió el sol. Ya estaba harta de tanta belleza...
-¿De qué belleza hablas?
-De la lluvia, primo, de la lluvia.

Tomás-ese su nombre- se topa con su pariente en un autobús municipal. A ella, la seca del día parece que le ha dado carrete a la lengua. La mujer, salta de un tema a otro, haciendo pedazos la lógica de la hilazón y lo más grave, sin esperar la respuesta de éste. El monólogo, al toque-trompeta de "Tomás, cariño", incluye la artrosis de la tía Eduvigis; los libros que leyó de don Miguel Delibes; el menú que ofrece un restaurante por 7,5 euros; la carrera triunfal de Alonso en Bahrein y hasta la denuncia que presentará contra una vecina por ruidos. Por lo visto, su perro, por la noche, ladra un montón. Él, la escucha y escucha, sin decir pío. Los compañeros de asiento están ya a punto de meter baza-más por cansancio de la verborrea que por solidaridad con el tipo- cuando la susodicha Nadine, abandona el cuatro ruedas. En ese instante, el primo Tomás, que enterró a la tía artrítica hace años, abre la boca y se alivia con un expeditivo: "¡Pécora!".

Pero, ¡ay!... la viajera -que ocupa al galope el asiento de Nadine- se siente aludida y le suelta un airado: "¡Es-tú-pi-do!" que rebota de cabeza en cabeza y se cuela a los oídos del conductor. Éste, frena en seco, se pone de pie, gira sobra sí y mirando de frente a los que lleva a bordo, dice: "Haga el favor, señora...los problemas con su marido los resuelve en casa, pero aquí, no" y vuelve a sentarse y a seguir viaje. Entonces, Tomás la mira a ella y ella, a su vez, le mira a él.

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