jueves, 11 de marzo de 2010

Gorriones

Cae la noche. El autobús municipal va flaco de viajeros. Un pensionista lamenta la desaparición de los gorriones de la ciudad. Él dice, con voz incrédula, que: "Lo que está pasando con estos pájaros, merece una investigación". Nadie le pregunta si ese estudio debe ser financiado por el ente autonómico, el Ayuntamiento o por quien, pues de lo que se trata es de llegar pronto a casa y sin complicaciones.

Dos ecuatorianas comentan entre si las noticias que les acaban de dar por teléfono sus familias. La historia de las sagas llegan después de que ambas hayan expresado su preocupación por la subida de la tarifa en el locutorio. Los 30 céntimos de más por minuto les lleva a la conclusión de que deben de ser más concisas en la comunicación que mantienen semanalmente con Guayaquil. Una de ellas se acaba de enterar que su marido se la pega con otra vecina, pero eso de la infidelidad, no parece ser un problema; los hijos, esos si que la importan, los cuida su suegra y ella le va a seguir mandando toda la plata que pueda a la abuela.

El hombre que se queja en alto de la ausencia de gorriones, les mira aliviado. Sabe de antemano que la parienta le espera en casa y que no se irá con otro. "¿Dónde se va a ir?"- le recrimina la voz interior- Y al instante, recuerda que la mujer está en silla de ruedas por una esclerosis múltiple. 


El personal se va renovando. Sube una conocida del conductor y éste la cuenta, con pelos y señales, su visita a IKEA. Salió de la instalación sueca lleno de lo necesario para montar su apartamento "con gusto y poco dinero". Eso, al menos, es lo que dice.  El pavo que se acaba de emancipar de padres, se mostraba bastante satisfecho por la mesa que había encontrado para el ordenador.

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