jueves, 10 de diciembre de 2009

Bombillo


Al Ayuntamiento, en la fiebre navideña de iluminar las calles, se le ha ido la mano. Parece, por rara que resulte la historia, que en la cabeza de alguno de los conductores del TUS ha instalado uno de los bombillos, de bajo consumo, que han sobrado en la operación de cruzar con luminarias las arterias de la ciudad.

El caso es que ayer uno de esos profesionales iba contando a los viajeros de un cuatro ruedas-cuyo itinerario no hace al caso- que todo lo que sube, baja. El tipo no era experto en economía ni tenía su familia –eso decía a todo el que le quería oír- un euro en la Bolsa. "La Bolsa -matizó otro hombre- ya se sabe que sube y baja, y baja y sube, a golpe de especulación".

Uno de los viajeros, harto del pico del conductor, se levantó del asiento y se fue a él como un miura. Al llegar a su lado, clamó: “Parece por lo que le vengo escuchando desde hace rato que no va con usted eso de... prohibido hablar con el conductor”. El susodicho, sin inmutarse ni un pelín, afirmó: “No quebranto la ordenanza, señor. “Ya, ya, pero usted va hablando”, le replicó el sujeto. “Por supuesto, por supuesto..." prosiguió el volantista parlero. “Pero, ¿quién es el guapo que puede impedirme charlar conmigo mismo? Simplemente digo que todo lo que sube, baja, pensando en los que llevo en el autobús… También ellos suben y luego bajan”.

El censuras se apeó en la siguiente parada. La misma en la que se subieron al autobús un grupo numeroso de chavalines del colegio de los Ángeles Custodios. Les acompañaba a todos una única madre, y eso era así porque todos eran vecinos de escalera. Curioso, pero mucho más lo fue que todos buscaran una ventanilla en la parte trasera, donde se colocaron en plan individual y no precisamente para mirar el paisaje. ¿Para qué entonces?. Pues para tomar chucherías sin tener que compartir con el vecino. Eso explicaron ellos, y -¡ahí estamos!- digo yo.

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