lunes, 7 de diciembre de 2009

Pulgarcito

-¿Te conozco?
-Sí, pero no sé de qué.
-Yo tampoco lo sé, pero estoy seguro de que nos hemos visto.
-Sí, tengo la misma sensación.
 
Diez minutos después ella y él, o él y ella, prosiguen largando carrete en la misma onda: "¿De qué nos conocemos?". Ambos, dubitativos, van sentados frente a frente en el autobús municipal. Un viajero colindante suelta un bostezo. No es suficiente para que la pareja perciba el hastío de ese interrogatorio encadenado a la nada y "pourtant", que diría un valón. El susodicho viajero abre y cierra de nuevo la balconada de los dientes.
 
¿Cómo es posible -se pregunta otro, al borde del colapso mayestático- que no se les ocurra preguntarse por su oficio, profesión, estado y quehacer? Los parias de la tierra -le insinúa su voz interior- no padecen la cultura de las interrogaciones. Saben de qué se conocen. De la calamidad, que es marea siempre en pleamar para legión de esclavos. Porque haberlos, haylos y a espuertas, pese a la aldea digital en que se ha convertido el globo terráqueo. De repente -plis, plas- se encienden las luces de la ciudad, y los dos personajes que siguen sin saber de qué se pueden conocer, miran con aire distraído por la ventanilla, aunque no tienen cara de estar a la búsqueda de autor.

Un niño le pide a su madre, primero con voz mimosa y luego a gritos de carabinero de Franco, que quiere una onza más de chocolate. Ella, sin dudarlo un segundo, responde tajante: “Mañana, será otro día”. El  crío insiste, pero no hay tu tía. Al parecer, la madre es una fuera de época, no está por la labor del consentimiento, y eso anima a la pareja de marras a recordar de golpe que se conocen del GIN, o sea,  del gimnasio. ¡Por fin!,  se hace silencio en el cuatro ruedas. Sólo es un instante. El crío chocolatero, que pasa mucho de los adultos, reclama ahora a su progenitora el cuento de Pulgarcito. Esta vez, la madre condesciende y narra la historia de ese personaje diminuto que algunos mayores todavía evocan: "Tachín, tachán, tachón, mucho cuidado con lo que hacéis. Tachín, tachán, tachón...a Pulgarcito no piséis".

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