domingo, 31 de enero de 2010

Sofá pa el difunto

En el autobús municipal se oyen a veces cosas que molan o dejan, cuanto menos, el ánimo de subidón. Ahorita -que diría zopilotes en México- les contaré de corrido la última conversación escuchada a dos cuates.

El viajero la pilló mientras su pensamiento se volvía mandil de camarero con pedidos de festivo: "Dos de rabas, una de pulpo y cuatro cañas"...  una opción a la que las meninges se abrazaron para evitar urticarias de alipori climatológico. Y es que a éste sujeto lo de oír hablar del mal tiempo al resto de viajeros, cuando llueve y graniza, le hace salir chutado para la luna.

La historia de esos dos prójimos ahí les va... tal como la escuchó, así se transcribe.

-Sabes tú lo de mi tío.
-No. ¿Qué fue?
-Que se murió de repente.
-¡Ah! seguro que le dio un infarto.
-El hombre fue a casa a ver a mi padre que estaba un poco enfermo. Estaban conversando y de pronto, mi tío echó la cabeza para atrás en el sofá, metió un ruido raro y quedó frito como un pájaro
- ¡Jo! que guay.
- Lo guay fue que su mujer pidió a mi padre, unos meses después, que le regalara el sofá para poner en él una placa en memoria del difunto.
-¿Y qué hizo tu padre?.
-¡Que va hacer!... el sueco.

Y respuesta del aire: "Cachimba, tarimba, que cosa la chamba, la chamba del día, recoge tus cosas, llego la parada. Bájate, abre paraguas; no pidas nunca, nunca pidas nada".

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